El Desierto de los Niños: Un final feliz

20 de mayo de 2019

¿Qué esperas de cualquier historia? Un final feliz ¿no?

Nuestra aventura en El desierto de los niños está inconclusa… ¿de qué sirve haber ido a graduar a 708 personas si no enviamos las gafas a las 438 personas que las necesitan?

Y aquí estamos: Blanca, Cristina, Eli, Érica, Ana y yo. Cada una en su lugar de origen preparando las gafas. Por separado, pero a la vez juntas. Nos unen muchas experiencias, emociones, recuerdos comunes y siento que, aunque estemos separadas, realmente nunca lo estaremos.

Adivino lo que ellas estarán pensando mientras montan las gafas. Seguro que, como yo, recordarán cada caso como si lo estuvieran viviendo en ese mismo momento.

En ocasiones, me paro con la montura de las gafas en la mano y me viene a la cabeza la cara de cada uno de ellos. Su problemática. Su ilusión. Sus expectativas. Su agradecimiento.  Imagino su expresión cuando reciban en junio de la mano de la Asociación Desierto Niños sus gafas. ¡Cómo me gustaría ir yo y volverme a encontrar con ellos! Pero, me conformo con que una Asociación tan eficiente como Desierto Niños se las entregue personalmente. Ojalá nos manden fotos del momento.

Y mi imaginación vuela y vuela… y me pongo en el lugar de mis ópticas aventureras favoritas.

Érica se acordará de aquella chica que tenía 6 dioptrías de miopía y que cuando le pusimos las gafas no paraba de mirarlo todo con admiración y alivio. Sé que le impresionó mucho ese momento. Así que ojalá le toque montar sus gafas y pueda recordar esa escena con cariño.

Seguro que Eli tendrá en su mente a aquella niña de Merzouga que tenía glaucoma. Su madre recorrió más de 400 km para ser atendida por nosotras. A decir verdad, todas recordaremos ese caso con especial cariño. Su madre y ella son una muestra de superación ante las dificultades.

Ojalá le toque a Cristina montar las gafas de aquel chico de “la sonrisa”. Apenas tenía visión y no pudimos hacer mucho por él, pero en su cara no se borraba aquella sonrisa que será difícil de olvidar. Su satisfacción nos sorprendió a todas. En España hubiera sido un trauma para cualquiera no haber podido hacer más…

Blanca se acordará de aquel chico que no entendía por qué no había podido encontrar trabajo. Todo se debía a que tenía una miopía de 5 dioptrías. Una graduación que aquí es muy normal pero allí les limita en gran medida.

Y Ana recordará esos minutos de felicidad de cada caso que se incrementarán cuando reciban las gafas que les estamos preparando.

Y yo, no puedo parar de pensar en las diferencias de estilo de vida entre esta gente del desierto y nosotros. Personas que a los 30 años ya tienen la vista cansada. Con cataratas prematuras porque la incidencia del sol afecta antes al cristalino de sus ojos. Múltiples casos de Pterigium, pingecula y de ceguera casi total de los ancianos. Una casuística muy diferente a la nuestra.

Estamos trabajando para un final feliz de nuestra aventura. Para que 438 personas disfruten de una vida mejor, con oportunidades y sin obstáculos visuales que entorpezcan su vida. En junio entregaremos las gafas, repartiremos un futuro nuevo como punto final a nuestra aventura. Pero el año que viene más y mejor.

¿Se animarán nuestras ópticas a repetir la experiencia?

Solo el tiempo tiene la respuesta…

Firmado: Una Óptica Aventurera