PRIMER DÍA DE REVISIONES
Hoy sí que sí: hemos vivido nuestro primer día de revisiones. El primer día de nuestra verdadera razón de estar aquí.
Muy pronto, a las ocho de la mañana, partimos hacia Ouzina, una pequeña aldea de solo 150 habitantes y minúsculas casitas de adobe. Por fin íbamos a ayudar en lo que mejor sabemos hacer: graduar.
Por el camino avistamos las dunas. No sabría cómo definir lo majestuosas que se ven a lo lejos. Son como sábanas de color arena. Impresionantes. En el interior de nuestra furgo, esta vez bajamos un poco el volumen de la música, ya que nos tocaba aprender el idioma marroquí (nivel básico). Y es que en Ouzina solo hablan árabe. Obviamente, Abdel hizo de profesor y nos dio una masterclass intensiva. Es un profe muy exigente. Antes de empezar con las clases, nos amenazó con un examen. Así que todas nos aplicamos y atendimos como buenas alumnas. Chokrane (gracias), meziane (bien), salam alikoum (hola), alikoum salam (respuesta al hola), safi (okey), ouahed (uno), jeuge (dos), merhba (de nada) fueron algunas palabras que aprendimos. Al principio costaba pronunciarlas, pero, una vez que empezamos a atender a la gente del pueblo, las palabras iban y venían solas. ¿Y sabéis lo mejor? ¡Todas aprobamos con matrícula de honor!
Se nos terminaba la carretera asfaltada y empezaron los caminos de tierra y arena. Justo en el cambio de superficie nos esperaba Mbarek Saidi, presidente de la Federación Turism Durable Taous, quien nos guio hasta la ciudad de Ouzina. Teníamos tantas ganas de empezar con las revisiones que volvimos a subir la música y pinchar “Quédate”, de Quevedo. Fue tal el subidón, que Abdel paró el coche y se bajó a bailar en pleno desierto. Nosotras, como ya nos conocéis, no dudamos ni un segundo y nos bajamos detrás de él.
Y llegamos a Ouzina. Allí nos recibieron los niños; el resto de la población miraba a lo lejos, pero con ganas de acercarse a nosotras. Aparcamos el coche en la pequeña escuela del colegio, que también sirve como sala multiusos para el pueblo. En la puerta nos esperaba Brahim Taouchikht, presidente de la Asociación Ouzina. Nos dio la bienvenida y nos mostró dónde íbamos a instalarnos. De inmediato, nos pusimos manos a la obra.
Sacamos el equipo del camión y lo llevamos a la sala para instalar todo. Al abrir las cajas vimos que ALAIN AFFLELOU Meknes nos mandó dos autorrefractómetros nuevos; tan nuevos que ninguna de nosotras lo había manejado antes. Pero no esto no supuso un impedimento; sacamos el manual y nos lo aprendimos rápidamente. ¡No hay quien nos pare!
Sin darnos cuenta, ya había gente esperando fuera haciendo cola. Así que dimos el pistoletazo de salida. Con una sonrisa de oreja a oreja, no paramos hasta ayudar a todas las familias de Ouzina. No quedó ni un alma sin pasar por nuestra óptica improvisada.
Al cabo del día hubo muchas emociones. Ver el estado en el que viven las familias nos rompe el corazón, se nos saltan algunas lágrimas y nos genera conciencia de ser unas afortunadas por tener lo que tenemos; esto solo lo piensas cuando vives una experiencia así. Y mayores fueron las lágrimas cuando nos trajeron agua y comida. Esta gente no tiene nada y nos brinda lo poco que tienen en sus manos. Y, sobre todo, emociona ver cómo te lo ofrecen con su mejor sonrisa.
Más tarde llegó una mujer con unas gafas viejas. Pensamos que quería que se las arregláramos, pero, para nuestra sorpresa, nos dijo que las quería donar para reutilizar su montura. Nos volvió a dar las gracias por haberla ayudado, pero las que realmente damos las gracias somos nosotras.
Secando nuestras lágrimas cerramos la primera jornada de revisión, ésta de Ouzina, comiendo su cocina típica. No es por nada, pero la comida de aquí está riquísima: a la altura de restaurantes con estrellas Michelin.
Sobre las ocho de la tarde llegó el resto de la caravana para realizar la jornada de convivencia de El Desierto de los Niños. Se entregaron juguetes, material escolar, columpios, porterías de fútbol y un montón de cosas más. La cara de los niños era de felicidad total. Por nuestra parte, regalamos nuestros mejores pasos de baile a las niñas de Ouzina. Fue casi como estar en una discoteca con las luces de los coches apuntando hacia nosotras. Apenas se podía ver, ya que en el pueblo no hay farolas y en el desierto manda la oscuridad por la noche, pero todos lo pasamos genial mientras jugábamos y bailábamos: fue un momento mágico.
Al final nos reunimos todos para intercambiar unas palabras de agradecimiento… A nosotras, al presentarnos, nos dieron un aplauso que nos emocionó muchísimo. Así que llegaba nuestro turno de hablar. Tomó la palabra Paqui y empezó preguntando por Yusef, un niño al que le cogió muchísimo cariño. Yusef, oculto entre la multitud, no se presentó por vergüenza. Pero sabíamos que nos enviaba todo su amor. Hubo aplausos de agradecimiento y lágrimas de las buenas.
Para cerrar la jornada, a eso de las 11 de la noche, nos trasladamos a un campamento en las dunas. Allí dormimos en unas jaimas viendo el cielo del desierto. Un día completo, increíble. Nos fuimos a dormir cansadas, pero con ganas de más.