DÍA 5- Lunes 22 de agosto de 2022: Ouzina – Kankimia – Merzouga

23 de agosto de 2022

APORTANDO NUESTRO GRANITO DE ARENA

Anoche dormimos en unas jaimas rodeadas de dunas y bajo un cielo estrellado: simplemente espectacular. La verdad es que impresiona dormir en medio de la nada. Un silencio absoluto nos acompañó en nuestras horas de sueño. Eso sí, pasamos bastante calor. Si nos quejábamos de la ola de calor en España, imaginaos estar a 40 grados por la noche. 


Antes de irnos a las jaimas, justo después de la cena y para nuestra sorpresa, los empleados del albergue nos pidieron graduarles la vista. Nosotras, sin dudarlo, dijimos que sí. Llamamos a Juan Carlos para que acercara el camión y comenzamos a trabajar. Para nuestra suerte, las familias de El Desierto de los Niños nos echaron un cable para montar un pequeño centro óptico improvisado en la zona de servicio de comidas. Todo salió bien y finalmente nos fuimos a dormir.

Al despertar, realmente nos dimos cuenta de dónde estábamos: la luz nos permitió ver un espectacular paisaje. Estábamos rodeadas de dunas de un color naranja precioso. Parecía que las podíamos tocar al estirar el brazo. Estuvimos un rato contemplándolas antes de desayunar.

Ya casi subidas en la furgo Hyundai (¡qué bonita es y qué gran servicio nos da!) no pudimos contenernos y echamos el primer baile de la mañana. Así es como nosotras recargamos más energía. Luego partimos hacia Kankimia, un poblado nómada de unos 300 habitantes que vienen y van. 


Igual que en Ouzina, nos recibió Brahim Taouchikht y nos mostró la Escuela de Nómadas, dirigida por Cristina Aisha Montero, donde íbamos a trabajar. Esta vez nos costó menos montar el equipo, ya que teníamos la experiencia del primer día. Nos dejaron un generador de electricidad para poder enchufar nuestros equipos y nos pusimos manos a la obra. 

Hasta Kankimia llegamos junto con la caravana de El Desierto de los Niños; ellos iban a inaugurar un pozo con dos bombas y varias placas solares que son vitales para la población local. Es una ayuda que les cambia la vida. 

Nada más terminar la inauguración, los niños de la caravana mostraron una gran curiosidad por ver cómo realizábamos las revisiones visuales. Nosotras, encantadas, les explicamos el funcionamiento de nuestro equipo. Sobre todo les llamó mucho la atención el autorrefractómetro. Para que pudieran entenderlo, les dijimos que es como jugar al comecocos y… Para nuestra sorpresa, lo pillaron de inmediato.  


Igual que ayer, alguna lágrima cayó. Nos emociona ver cómo la gente reacciona cuando le ponemos las gafas. Nada más terminar la revisión, lo primero que hacen es darnos las gracias e incluso abrazarnos. Esto nos llena de satisfacción y, aunque estemos a temperaturas muy altas, con un calor agobiante, el deseo de trabajar y ayudar se multiplica.

Hoy, cuando teníamos todo el material ya cargado en la furgo, Brahim nos dijo que el pueblo nos había preparado una comida de agradecimiento. Un cuscús con verdura y pollo. ¡Riquísimo! No nos acostumbramos a recibir tanta generosidad de toda esta gente. Tenemos el corazón muy sensible. Queremos darles las gracias una y otra vez.

Al acabar la comida, atravesamos el desierto por pistas de tierra, piedra y arena hasta llegar a la población de Merzouga, donde nos quedamos impresionadas por las enormes montañas de fina arena del Erg Chebbi. Allí pudimos disfrutar de las dunas que hay junto al hotel. Son una auténtica pasada.

Ya en las habitaciones, aunque muy cansadas, compartimos unas últimas palabras recordando el día y los momentos más emotivos que habíamos vivido. Mañana más.