Mi bitácora: 15 de abril, primeras revisiones Boumalne Dades

16 de abril de 2019

Al fin llegó el día en el que empezábamos las revisiones. Demostrar de lo que éramos capaces. Nuestra experiencia se hacía pequeña en comparación a los problemas a los que íbamos a tener que hacer frente. ¿Qué nos encontraríamos?

La inseguridad de lo desconocido nos provocaba unos nervios que se hacían irrefrenables. El olor de aventura se detectaba a kilómetros. Y nosotras seguíamos su halo sin pensar muy bien cómo íbamos a actuar en ese día, nos dejamos llevar. Confiamos en nosotras y nuestra capacidad de adaptarnos a lo nuevo. Como aventureras que somos sentíamos atracción por el reto, como solidarias que somos sentíamos una fuerza extra para eliminar todas las inseguridades. Nada podía salir mal, nos jugábamos mucho. Mejorar la vida de otras personas era un gran reto.

Eli nos tranquilizó con sus consejos que desde su experiencia nos fueron muy útiles. Abdel aprovechó el trayecto para indicarnos alguna que otra expresión que nos ayudaría a comunicarnos con los marroquíes. Nuestro equipo formó un círculo de apoyo que garantizaba una fuerza extra de un valor incalculable.

 

Y al fin llegamos al lugar habilitado para las revisiones. Una organización local que trabaja desde hace años con El Desierto de los Niños nos habilitó una sala en un pequeño hospital. La primera tarea era dejarlo todo listo. Poco a poco fue apareciendo gente para que le ayudáramos. Uno tras otro venía y se iba con rostro de alivio. Nos dieron la mejor paga que se puede dar cuando haces tu trabajo: agradecimiento. Erica estaba impresionada por la amabilidad de la gente, sobre todo los ancianos que demostraban su agradecimiento besándole la mano.

 

Entre los muchos casos y patologías que tratamos, a Ana le llamó mucho la atención el de una anciana. No veía apenas y tenía que ser ayudada por voluntarios locales para poder llegar al lugar de la revisión. Ana nos comentó: su problema era tan grande que corregir tal deficiencia no era posible, pero al menos hice todo lo posible por mejorar sus condiciones.

 

La parte más graciosa la aportaban los niños. Alguno de ellos se asustaba al ver el autorefractómetro, algo necesario para hacer una estimación de la graduación antes de pasar al optotipo. Había que actuar con mucho tacto y gracias a Abdel hicimos que se sintieran cómodos para poder seguir con las revisiones.

 

Blanca nos comentaba que lo que había sido más difícil para ella era valorar la graduación. Debido al sol, las pupilas de estas personas no se dilatan apenas y es muy complejo poder graduar. Sin embargo, con buena voluntad y gracias a la práctica del “ensayo-error” conseguimos mejorar la vista de los pacientes.

 

178 revisiones. Nada más y nada menos… 178 alegrías… 178 amigos… 178 vidas con futuro y esperanza.

¿Cómo no sentirse alegre hoy?

Firmado: Una Óptica Aventurera